Death Grips: La vida de mierda era solo un puente
De todos los combos nacientes en los dos miles, Death Grips carga con un talismán que no le deja emparentar con ninguna otra banda
Vamos a escribir de Death Grips pretendiendo que se ha escrito poco de ellos. ¿Ok? Y que esto comience cuando, un día, viendo un Pitchfork Music Festival, un servidor se embelesa con un fantasma, con una porción hipnótica de un momento. No era la forma y tampoco era el fondo: eran sólo dos tipos tocando durísimo en el escenario con un solo estrobo y unas bocinas realmente grandes. Un directo que se salía de cuadro. Todo el tiempo. Stefan Burnett, Andy Morin y Zack Hill. Un combo que jamás escuché en mi vida y que me estaban partiendo la noche. En cinco. “Qué ganas de ser chico”, pensé, “y estar escuchando esto a los 16 años”.
Luego, la búsqueda. ‘Ex Military’ se convirtió en su gran destape. Me pasaron la factura desde la primera escucha. Estaban más emparentados al primer Faith No More que a otras bandas como Dälek, Cannibal Ox o Hermit and the Recluse. En foros y otros sitios le tildaban de hip hop experimental. Pero este flow nacía más del estómago que de la lírica. “Stomp music seriously”, bramaban en Guillotine. Unas bases que recordaban al primer Body Count si este hubiese sido producido por Terminator X. Continuaba mi trance. Había encontrado la música que habitaba mis pesadillas, y que extrañamente a mí me encantaba.
Ahora pretendamos que sabemos algo, y que Zack Hill resucita en una banda llamada Hella, mucho tiempo antes de que Death Grip jalara los cables. Grandes discos. Un baterista sobrado para cualquier misión. Sangrando de verdad. En youtube, un baterista de jazz “reacciona” a un video de Death Grips comentando que no sabe cómo podrá tener su espalda luego de tocar tan de esa manera por 1 hora. Yo corrijo: cómo tendrá su cabeza. La tarola y el bombo estallan. El tipo en Youtube no se la cree. Alguien en la transmisión en vivo le dice que busque “Drumgasm”, banda conformada por Janet Weiss, Matt Cameron y Zach Hill. Meses antes, Bea agregaba el tema completo en la mejor lista de música incomprensible: Difficult Listening
Más adelante, estoy en una sesión de zoom con varios colegas. Esto es real. Presten atención, da un poco de miedo. La Alexa de alguien se activa. Comienza a sonar “On GP”. Pregunto quién es. No conozco el tema y está brutal. Nadie sabe. Hay alguien dentro de la sesión que nadie conoce. Días después le cuento a una amiga que quizá era un emisario. Un glitch burlón de la Matrix que nos jugaba sucio. ¿Pero para qué? Luego, en esa sesión de zoom, la persona misteriosa se desconecta. Todos nos partimos de la risa. Debe ser la mamá de tal, dice uno. Al final, pasa una hora, y antes de despedirnos alguien dice: creo que era Death Grips.
No es un chiste, es coincidencia.
Y así, la discografía es por lo menos dispar. ‘The Powers That Be’: álbum doble que contiene temas que tienen la pulpa del caos que sólo hay en Tangerine Dream (Turned off, Beyond Alive), así como grandes pasajes cósmicos de house deconstruido (Pss pss, Billy not Really) y baladas salvajes de escala funeraria con grandes (de verdad grandes) sonidos de guitarra (la misma On GP y Centuries of Damn). Funciona como testamento de una banda dedicada al arte bombástico de no dejar cabeza viva. Un poco como lo hace Merzbow. O el mismísimo Kevin Drumm. Pero más fuerte.
Y el gran Bottomless pit, con el que vinieron a México y preparon a la gente (si mal no recuerdo) para disfrutar el más grande malviaje de sus vidas con un Aphex Twin juguetón. Acá, somos testigos de la gran comunión jamás vista de Black metal con hip hop en temas como Hot head, Warping, BB poison, y la maravillosa Giving bad people good ideas: una oda al apocalipsis resultado de la apatía y el sedentarismo.
Con Death Grips, el “dan pero no quitan” es clave. Porque luego pareciera que el tiempo se detiene mal. Como los verdaderos terroristas que son, y como grandes piratas en una industria que está a punto de colapsar, se dan la oportunidad de inventarse un hiato y decir que jamás volveran. O en plan creativo, samplear más de 100 sonidos de Björk en un solo mixtape. Y este tipo de divertimentos de marketing DIY son, para mí, como la gelatina de hospital para un enfermo. Una gran narrativa que nos mantiene contentos a muchos que no hacemos otra cosa mas que escuchar música. “Toda la vida de mierda era solo un puente.”, dicen en On GP. Y tienen razón.
Ahora sí, pretendamos que se ha escrito mucho sobre Death Grips.